Desde la asunción de Javier Milei, el índice de utilización de la capacidad instalada industrial fluctuó ligeramente por encima del 60 por ciento durante cuatro meses consecutivos, señalando una clara desaceleración en comparación con administraciones previas.
En el segundo mes del 2025, la industria argentina evidenció una inercia prolongada en su nivel de actividad, operando al 58,6 por ciento de su capacidad instalada, cifra que se mantuvo sin variaciones respecto a enero del mismo año. Este estancamiento se produjo en el contexto del primer trimestre de la gestión de Javier Milei al frente del Ejecutivo nacional. Incluso, al realizar una comparación interanual, el sector manufacturero exhibió un modesto incremento de apenas un punto porcentual en relación con los niveles considerablemente bajos registrados en febrero del año anterior.
Desde la asunción de La Libertad Avanza, el índice de utilización de la capacidad instalada industrial fluctuó ligeramente por encima del 60 por ciento durante cuatro meses consecutivos, señalando una clara desaceleración en comparación con administraciones previas. Un análisis retrospectivo revela caídas significativas: en febrero de 2023, la utilización se situó en un 65 por ciento, mientras que en el mismo período de 2024 alcanzó el 64 por ciento, evidenciando una tendencia descendente en la actividad fabril.
El informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) correspondiente a febrero de 2025 detalla una heterogeneidad en el desempeño sectorial. Aquellos rubros que superaron el promedio general de utilización de la capacidad instalada incluyen la refinación de petróleo (73,9 por ciento), impulsada por la demanda energética; la producción de papel y cartón (68,8 por ciento), influenciada por la actividad comercial y el embalaje; las industrias metálicas básicas (67,3 por ciento), vinculadas a la provisión de insumos para otros sectores; la fabricación de sustancias y productos químicos (63,4 por ciento), esencial para diversas cadenas productivas; y la industria de alimentos y bebidas (62,4 por ciento).
En contraste, un conjunto de sectores operó por debajo del promedio general, reflejando desafíos particulares. Estos incluyen la producción de productos minerales no metálicos (55,0 por ciento), la industria automotriz (54,6 por ciento), edición e impresión (52,8 por ciento), tabaco (49,9 por ciento), textil (46,4 por ciento); productos de caucho y plástico (46,3 por ciento), y la metalmecánica (44,0 por ciento).
La flexibilización de las normativas que históricamente limitaban el ingreso de importaciones, especialmente en sectores intensivos en mano de obra, comenzó a manifestar sus efectos con mayor claridad en las estimaciones, anticipando una potencial contracción de la industria local en rubros como el textil y el calzado.
La Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA) expresó su profunda preocupación, señalando que «actualmente, la industria opera con una muy baja utilización de la capacidad instalada y en el último año se ha perdido una importante cantidad de puestos de trabajo: uno de cada tres empleos perdidos en el último año corresponde al textil«. La entidad advirtió sobre el «escenario de competencia desigual» generado por la priorización de la reducción arancelaria sin un alivio concomitante de los costos internos, lo que pone en riesgo el entramado productivo nacional, un sector que emplea directamente a más de 540.000 personas.
En este contexto, la Unión Industrial Argentina (UIA) emitió un comunicado cuestionando la estrategia de apertura comercial sin abordar simultáneamente los «problemas sistémicos de competitividad del país». La entidad enfatizó la necesidad de «reducir el costo argentino sin poner en riesgo el desarrollo económico del país y el empleo», abogando por políticas integrales que fortalezcan la industria nacional en lugar de exponerla a una competencia externa potencialmente desleal en el corto plazo.