Literatura.En los años dorados de los blogs —esa breve pero intensa aurora digital de comienzos de siglo—, el poeta Alejandro Rubio reveló una dimensión inesperada: la del lector agudo y polemista feroz, dueño de una prosa incisiva y singular. Bajo el seudónimo de Maiakovski, y ocultando su identidad durante un largo trecho, se internó en los debates literarios con una mezcla de erudición y provocación. Aira y Bolaño, Girondo y las vanguardias, el lugar de la literatura argentina en el canon occidental, Borges, Bioy, Saer y Pauls: sobre todos propuso lecturas tan personales como polémicas.
Aira, como escritor que empieza a escribir después de Borges, es que esa crítica ya está hecha y no hay nada que agregarle. Lo que hace Aira es demostrar la falacia radical de ese mundo del sentido común prolongándolo hacia un mundo de ficción desatada. (…) Y lo interesante de Aira es que utiliza un montón de motivos y recursos tomados de la cultura popular y alta, sin prejuicios, para lograr esa ficción desatada: el humor absurdo, el solapamiento de la representación sobre la presentación, los lugares comunes del cine y del comic, el surrealismo y otros que se me escapan en este momento. Por eso me parece interesante y por eso me parece que un escritor que se preocupe por la verdad, un escritor realista argentino, haría mal en prescindir de Aira, de la misma manera que Aira no prescindió de Borges.
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Bolaño es un novelista esencial, un escritor que encuentra en ese género no sólo los recursos, sino la respiración que lo expresa por entero. Dudo que Aira lo sea. La formación de Aira le impide acercarse a la novela sin sospechas y reservas. Su maestro fue Osvaldo Lamborghini, considerado un escritor de corto aliento. Lo que hace Aira es limar a Lamborghini de su espectacularidad monstruosa, del sadismo, y tomar esa idea de que en los espacios cortos se juega la destreza de un escritor. Pero hace como que escribe una novela de extensión convencional. ¿Cómo hace para conciliar las dos cosas? Sencillo: divide las novelas en dos partes. En una trabaja según el tempo de una novela convencional, preparando climas, desarrollando personajes, exponiendo a veces un enigma. En la segunda parte, el desenlace, revienta la pelota a la tribuna: la coherencia argumental se rompe, los personajes pierden toda la lógica psicológica que habían construido, las promesas del clima y el enigma son abandonadas. ¿Por qué? Puede ser el desaliento del escritor postrero, como vos decís. Pero también ese desaliento es atendible para nosotros, si lo que nos importa es menos la catedral novelística que pensar sobre el lugar de la novela en la cultura actual. Bolaño piensa lo mismo, aunque lo resuelve de una manera en apariencia optimista, aunque yo creo que es más pesimista que Aira y paso a explicarlo. En vez de hablar de novela, Bolaño habla de poesía. Los detectives salvajes dice: es imposible escribir poesía porque ya a nadie le importa, ni a poetas ni a lectores. Pero Bolaño se calificaba a sí mismo de poeta trunco. Entonces, la arquitectura, punch y éxito de sus novelas no era un triunfo, es una fuga, porque aunque la novela sea éxito, lo importante sigue siendo escribir poesía. En eso Bolaño piensa como Borges. Por esa vía, llegamos a la conclusión de que el éxito de las novelas de Bolaño y su fama y predicamento actuales son, de algún modo, un malentendido: si la poesía está en crisis, la novela no puede estarlo menos, y una gran novela, en esta época, es en el mejor de los casos un resplandor crepuscular, no una aurora. No es muy estimulante que digamos, Bolaño.
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Los poemas de Bolaño me parecen flojísimos, por la misma razón que los de otro gran narrador latinoamericano, Reynaldo Arenas: no tienen ningún concepto del verso. Son relatos cortados antes de que termine la línea de Word.
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El sistema de la literatura argentina se basa en una mentira esencial: que existe la literatura argentina de la misma manera que existe una literatura inglesa o francesa. A partir del juego bélico político de máscaras, imposturas, ataques y atajes se prolonga hasta el infinito. La literatura argentina no es una literatura nacional como la europea porque es una literatura dependiente, que toma prestados los duros modelos y teorías de Europa para fabricarse una identidad pasible de ser vendida en el mercado, cuando en realidad estamos asentados sobre un pantano. Desde ahí se pueden disparar polémicas, cualquier polémica: Tabarovsky reflotó la polémica de los 90 entre Babel y V de Vian-Página 12 con excelentes resultados mediáticos. También se pueden inventar escritores con modesto destino comercial, como la joven guardia. Da lo mismo, porque hay poca obra, pocos autores de verdad, que se ahogan en el agua turbia de la polémica y los polemistas. A mí me parece que Aira y Saer son de esos pocos autores, salvando todos sus problemas, debidos a deficiencias personales, pero aún más a sus situación histórica.
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Reafirmo, no existe la literatura argentina, salvo para los argentinos. Cosa que no pasa con la literatura francesa, rusa o norteamericana.
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Lugones es un invento del sistema literario argentino para no admitir que el poeta realmente influyente en nuestra literatura no es él, sino Rubén Darío. Pero como Darío era un obeso nicaragüense ebrio y mestizo, le ponemos la tragedia de Lugones encima para rumiar ad infinitum los dilemas trágicos del intelectual argentino. Después, nuestra vanguardia, lo que ponemos al lado del surrealismo, del dadaísmo, del futurismo, de Huidobro y César Vallejo (el único Vallejo que vale la pena leer), es ni más ni menos que el insoportable oligarcón pelotudo de Oliverio Girondo: también, sesenta años de dar vuelta sobre la modernización de la literatura argentina en consonancia con la modernización de Buenos Aires y las costumbres, el anticlericalismo, la liberalización sexual, etc. Doscientas toneladas de papers y artículos periodísticos alrededor de ese odre inflado de aire. Sur, Cortázar, la inmarcesible tradición de nuestra cuentística nacional… ¿querés que siga? No sólo comparado con Europa, sino con figuras descollantes del siglo XX en Latinoamérica, nuestra literatura es un actor de reparto que se empeña en robar cámara con escaso éxito. Si vos querés ser un escritor de verdad, no podés «dialogar» o «discutir» con esa supuesta tradición que es sólo el nombre sublime de una conspiración de mediocres que se ocultan mutuamente sus evidentes deficiencias. Tenés que romper con todo eso sin más.
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Diría que la literatura francesa, formalmente, está definida por una voluntad racionalista que informa y emana del idioma. Los gramáticos de Port Royal lo definieron así. La proporción, el orden, un clasicismo depurado de todo rasgo de mal gusto se va afianzando desde el renacimiento hasta el siglo XIX. Eso en una primera parte. Luego, los franceses le dan basamento ideológico al realismo de inspiración festiva de los novelistas ingleses del siglo XVIII. Luego, la poesía toma la posta en un momento crítico e inicia la deconstrucción de todo eso, deconstrucción que llega a su término con las novelas en francés de Beckett. Después de eso, la literatura francesa no tiene más que hacer.
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Para mí, los textos que salvan la literatura argentina de su general mediocridad e impericia son El Gualeguay, el Martín Fierro, Las condiciones de la época, La urna, La musa de la mala pata, Los siete locos, La piel del caballo, El fiord y el proyecto general de Aira y los textos de Saer hasta el 83.
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Ficciones: para empezar un libro de cuentos en la época donde todo narrador sabía, en el mundo entero, que la posta pasaba por la novela. Como arte narrativo y creación de mundos, bastante más débil que Horacio Quiroga. Personajes de cartón piedra, puros arquetipos platónicos. La supresión del contexto llega a tal punto que, de hecho, da lo mismo que el escritor sea argentino o esloveno. Poco apto como ejemplo de literatura nacional, a decir verdad.
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La invención de Morel: al pedo, una novela. La idea tendría mucho más punch si fuera un cuento, en cuyo caso sería un cuento menor de Borges. En cuanto a la idea en sí misma: su racionalismo está viciado de un romanticismo amoroso, que es lo que explica el invento de Morel, que a cualquier tipo que se haya casado alguna vez le parecería ridículo. En general, vale lo mismo que para Ficciones: el escritor se hace el sueco, elude su contexto, etc. El nivel de lengua pertenece a un castellano universal deudor de las traducciones de literatura inglesa de la época y el estilo es esquemático. El autor tiene miedo a poner más de diez palabras en una frase, no sea cosa que se enrede.
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La traición de Rita Hayworth: leí diez páginas y lo tiré a la mierda. En general, el llanto retrospectivo del niño gay disfrazado de sofisticación novelística. Te diría que El entenado, con todo lo mersa que es, es mejor texto, mucho más rico, que cualquiera de estos tres.
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Para leer esa representaciòn dentro de la representación que recurre en la literatura argentina, Martínez Estrada da pistas, pistas no encontradas en la literatura, sino en la sociedad argentina. En efecto, la Argentina tal como la creó la generación del ochenta es una representación de Europa. De una Europa mitad real, concreta, y mitad idealizada. Entonces, dada esta tendencia general de la sociedad argentina, existen dos alternativas: o tensar la representación de la representación hasta revelar su lado siniestro y cruel (Arlt, Discépolo, Leónidas Lamborghini) o sublimar esa representación hasta extraerle un ideario metafísico (Mujica Lainez, Cortázar, Borges). Tal vez eso es lo que me repugna en la literatura argentina: en ella nunca te enfrentás a la cosa, siempre a una imagen de la cosa. Esto influye también en el tenor de nuestros debates políticos. Pero ése es otro tema.
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Dije que en Borges el contexto estaba abstraído. Y tu análisis de «Tema del traidor y del héroe» lo confirma. En efecto, es muy fácil, elude toda confrontación con el referente —cosa que vos tanto defendés— aludir a la política argentina en una parábola abstracta con conspiradores de apellido irlandés situados en algún país sudamericano o balcánico. A eso llamo «abstracción del contexto». Comparar con «El Matadero», con Facundo, con Los 7 locos: si van a hablar de la realidad política argentina, sitúan su texto en la Argentina, no en los Balcanes.
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Me parece criticable una lectura que sólo atiende en un texto literario lo que se narra en la trama principal, que en algunos casos es lo más remarcado —aunque para que la novela funcione no puede ser lo único; si no, la gente sólo leería sinopsis o a Pablo De Santis— y en otros es un elemento más. En algunos casos es directamente despreciable o no existe.
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El problema es querer plantear el asunto desde una relación entre la literatura y el blog, cuando nadie plantea una relación entre la literatura y los juegos virtuales o el chat (salvo Alejandro López y así le fue). El problema son las bravatas tipo «el blog reemplazará a la ficción escrita, la novela, la poesía», etc. Esta es una ilusión provocada por el hecho de que, al menos en Argentina, muchos escritores escriben en blogs. Como yo lo veo, el blog tiene más relación con el periodismo que con la literatura, como su extraña periodicidad autoimpuesta (un post por día) lo demuestra. No vale la pena defenderlos a partir de la libertad de expresión. La libertad de expresión apenas dice «todos pueden publicar lo que deseen… con algunos límites». El límite antes era la blasfemia o la pornografía, ahora son otros: por ejemplo, la pedofilia. Pero la libertad de expresión no dice nada de la verdad, de la belleza, del humor, de la justicia, ni siquiera de la libertad en sí. Igual, es chotísima la posición de Birmajer reclamando límites y leyes a lo que se escribe, cuando su propia existencia como autor literario y periodístico es uno de los males necesarios, una casualty of war, de la libertad de expresión.
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El problema es que no se puede determinar qué es progreso en torno a ondas grupales o a mil ejes (literatura, música, gays, mujeres, seguridad, paco, etc.). El progresismo se determina en torno a un solo eje histórico que lo engloba todo. Por ejemplo, para Kant y Hegel, la Revolución Francesa. ¿Cuál sería el hecho histórico de nuestra época? Si es la caída del Muro de Berlín, como piensa Blaquier, bueno, es obvio que él tiene razón. Entonces Blaquier puede decir que no tiene ideología: es sencillamente capitalista, es decir, está con la naturaleza de las cosas. Lo que lo caga es ese llanto constante por los muertos de la izquierda, como si el capitalismo no matara a nadie, ni en guerras ni por sus efectos sociales. Parece pensar que Bush ocupó Irak a pura fuerza de propaganda democrática.
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¿Quién es el lector? ¿Los escritores, los críticos, los profesores no leen? El lector es sólo una categoría comercial-periodística, un ente pasivo, un opa encerrado en el altillo que los editores de suplementos culturales sacan a pasear cuando les conviene. Además, ahistórico: Ficciones fue un libro que no fue leído por casi nadie y sólo una muy armada operación de críticos y profesores lo sacó a la luz dejando en la oscuridad a otros, muy posteriormente. Los escritores jamás se dirigen a los lectores. El escritor que dice que piensa en los lectores en realidad está pensando en los derechos de autor.
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Los que determinan cuál es la posta en cada momento son los escritores que en cada momento están en la frontera. Y es mentira que el lector que lee por placer tenga una objetividad mayor que el que está interesado. Cualquier cosa que se haga por placer es ontológicamente inferior a lo que se hace por interés apasionado. El lector que lee por placer deja que los objetos de su placer se los marque el mercado con sus crítico-periodistas a sueldo.
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La poesía chilena no es mala, B[olaño] no es un buen representante de ella. Leé a Enrique Lihn.
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Y viva el stalinismo, no hay un solo buen escritor troskista, así como no hay un solo buen político troskista.
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Lo único bueno del troskismo es Trotsky, que si hubiera ganado la interna con Stalin hubiera matado apenas un diez por ciento menos. De él para adelante, y eso dicho por él mismo, no hay un trosko que valga la pena. Mi momento de goce político del 2007 fue cuando los verdaderos proletarios de la Federal los cagaron a palazos en la puerta del Congreso, donde fueron a seguir hinchando las pelotas con su ridículo reclamo estudiantil. Esto te lo digo de reonda, aunque sea cínico, alucinógeno y mala persona.
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Me parece que hasta ahora Borges no ha sido superado por medio de un ensayo crítico, sino por la literatura en español que a mí me interesa. Que lo demuelan críticamente es cuestión de tiempo.
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A mí nunca me gustaron los poemas de Borges porque les falta lo mejor de su prosa, que es el sentido del humor.
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El argumento de que a Borges lo sostienen los lectores es un argumento de marketing populista del que el mismo Borges se hubiera reído. Cuando él era joven, a Manuel Gálvez también lo sostenían los lectores. Después no lo sostuvieron más. Así es la vida.
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Los testimonios y documentos indican que a lo que más se dedicaba la clase ociosa argentina, léase oligarquía liberal, cuando Borges era joven, era a leer y escribir, dejándole progresivamente la conducción de los asuntos económicos, del ejército y de la política a sectores más rudos y hambrientos. El arte es un invento de la clase ociosa, Cristian, no de la clase media. El arte llega cuando todos los demás problemas están solucionados. La clase ociosa, acá y siempre, lo único que no hace es laburar. Todo lo demás lo hace mejor que la clase media barrial.
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No vale la excusa del tiempo. Homero hace dosmilquinientos años que está vigente. Si querés más cerca, Joyce , Proust (todavía hay gente que lee En busca del tiempo perdido todo un año y queda tan flasheada que escribe otra novela imitando a Proust en todo, como Alan Pauls).
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El arte narrativo de Borges es débil porque es pobre en temas y motivos y recursos. Esa pobreza no sería problema, si Borges la hubiera pegado con lo que importa, como sí lo hicieron Faulkner, Dostoievski, Onetti y Arlt. El gran arte narrativo, según los cánones de la literatura universal, está, desde el siglo XVIII, en la novela. Esto no merece mucha discusión. Borges lo sabía, hablaba del fin de la novela para cubrirse y paralelamente intentaba labrarse un prestigio como poeta, empresa en la que le fue bastante mal.
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El lugar que ocupa Borges en la literatura occidental, es decir, en la academia mundial, se debe a una afortunada coincidencia. A fines de los 50 y principios de los sesenta se impone la escuela estructuralista, que plantea nuevos esquemas y valores para leer los textos: la preeminencia del texto sobre el contexto, la autorreferencialidad de la literatura, la intertextualidad (los textos se conectan entre sí, no con un referente). Borges, según la habitual alucinación universitaria que lleva a pensar que hay autores ejemplares para ilustrar teorías preexistentes, se beneficia de ese método de lectura y se empiezan a producir papers, invitaciones a conferencias, premios, becas, etc. Eso no quita que el tipo fuera bueno. Pero eso es lo que explica su «lugar en la literatura occidental». También hay otra lectura de Borges, más menor e interesante, que lo lee como maestro de la literatura fantástica. Es más humilde y por lo tanto más simpática. Sobre Pauls, no sé si tiene mucho a Borges en la cabeza cuando escribe, pero te aclaro que para mí El pasado es una novela ilegible.
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En cuanto a la academia internacional, una vez que encuentran una veta, tardan más o menos cuarenta años en largarla, no importa que se caiga el mundo.