PESE A LA AMENAZA, EL GOBIERNO DESALENTÓ LA REPRESIÓN PARA CUIDAR LA IMAGEN DE MILEI

Más allá del impactante operativo policial que se montó en las inmediaciones del Congreso, las autoridades buscaron evitar todo tipo de violencia y choque con los manifestantes para no provocar nuevos desbordes

Más allá del impactante operativo policial que se montó en las inmediaciones del Congreso, las autoridades buscaron evitar todo tipo de violencia y choque con los manifestantes para no provocar nuevos desbordes

A diferencia de lo que ocurrió la semana pasada, este miércoles el Gobierno Nacional adoptó una estrategia diferente con la Marcha de Jubilados, donde se buscó evitar a toda costa nuevos incidentes violentos con los manifestantes.

Consciente de la fragilidad del contexto social y político, y con el recuerdo fresco de los recientes episodios de represión, los cuales todavía lamentan la salud del fotógrafo Pablo Grillo, el oficialismo se ha abroquelado en Casa Rosada, implementando un importante operativo de seguridad en los alrededores del Congreso y la sede de Gobierno. Sin embargo, el objetivo principal fue desalentar cualquier confrontación que pueda derivar en una escalada de violencia y poner en riesgo la gobernabilidad del presidente.

Con el palacio legislativo y la casa de gobierno vallados desde temprano, Javier Milei siguió de cerca el operativo de seguridad desde su despacho en Rosada. El presidente se reunió temprano con el embajador de Israel en la Argentina, Eyal Sela, y con el presidente de Yad Vashem y más tarde recibió al rabino Yoni Ganger, con quien buscó profundizar los lazos con Israel luego de que se definiera la suspensión de su viaje por el incremento de la tensión política y social del país. Pese a que su presencia en la Casa es poco usual, la semana pasada también se hizo presente para monitorear el minuto a minuto del cruce entre las fuerzas y los manifestantes.

En paralelo, su hermana y secretaria general, Karina Milei, recibió en su despacho a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y al jefe de la Casa Militar, Sebastián Ignacio Ibáñez.

Al igual que dijeron tras la primera movilización, y lejos de lo que exponen los manuales de ciencia política, dentro del gobierno están convencidos que toda movilización es favorable para engrandecer la imagen presidencial. Sin embargo, pese al relato que insisten en construir, lo cierto es que la mesa chica del gobierno entiende que no hay lugar para una nueva escalada de violencia que termine con otro herido de gravedad como ocurrió con Pablo Grillo, quien aún pelea por su vida.

Es por esto que, a diferencia de lo que ocurrió la semana pasada, las fuerzas fueron instruidas para sólo responder a los agravios y no iniciarlos. En concreto, los cerebros del oficialismo quisieron evitar nuevas imágenes que expongan los desbordes de las fuerzas.

Si bien mediáticamente todo el oficialismo continuará justificando el accionar de las fuerzas, internamente en el gobierno crecen las voces críticas sobre el accionar de la ministra del área, considerado que su enfoque represivo muchas veces es excesivo y que podría estar perjudicando la imagen presidencial. Esta tensión se evidenció en las notables ausencias registradas en la reunión previa a la jornada de protesta, un claro indicio del debate interno sobre la estrategia a seguir

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