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TULANG PINOY DE DANIEL DURAND

Reseña 

Con qué criterio juzgar el valor de un nuevo libro de poemas. La incomprensión como motor de búsqueda –y de escritura. El yo en función del texto y la confianza en que todavía se pueden escribir buenos versos. Juan Rocchi reseña los poemas filipinos de Daniel Durand (Concordia, 1964).

por Juan Rocchi

Debería juzgarse a los artistas por su mejor obra. Siguiendo esa línea, una nueva obra de un artista debería juzgarse, también, en relación a sus mejores obras. Por eso es injusto juzgar con la misma vara a Daniel Durand que a un poeta joven; no sólo porque tiene atrás su nombre y prestigio, sino porque ya hay patrones existentes con los que medir sus nuevos textos. Esto es sentido común. Cabe preguntarse, entonces, qué es Tulang Pinoy, el libro filipino, al lado de los grandes textos como, pongamos por caso, El cielo de Boedo. 

Los mejores poemas de Durand parten de un dispositivo, lo que nos obliga a sospechar que tienen un propósito. Cuando no se sabe cómo escribir, cuando uno se intuye demasiado libre, lo mejor es un programa. Lo que se ha dado en llamar también un dogma. Entonces, en El cielo de Boedo, Durand dice: “ninguna emoción salvo en el cielo”. Enfocar únicamente el cielo visto desde una terraza produce el encuentro entre un helicóptero titilante y un murciélago desencajado, la imagen terminal de un trapo endurecido tras la lluvia, una estrella fugaz recibida con un “eeaaa!!!”. Los hallazgos son sonoros, verbales, pero producidos por un enrarecimiento en la mirada. 

Ahora bien, ¿cuál es el dispositivo de Tulang Pinoy? Me arriesgo: la incomprensión. Así como afirma en esta entrevista, la posición de Durand es la del que no entiende nada. No hablo del Daniel Durand real, al que no conozco, sino al que se propone en la contratapa: “En el año 2015 conocí a Niña Castillo, en una página de citas. Después de una relación virtual de 7 meses decidí ir a visitarla a Filipinas, donde finalmente me quedé a vivir durante 4 años. Formamos una familia, nos casamos y tuvimos dos hijos”. Lo primero que uno se pregunta es: ¿quién conoce virtualmente a alguien de Filipinas y va a buscarlo? El sentido común, la voluntad de una vida previsible, nos dice: si lo hacés te van a matar, robar, sacar los órganos, nunca más te van a encontrar; en definitiva, esa mujer filipina no existe. En oraciones seguidas, Durand nos refuta: él fue y no sólo no pasó nada, sino que se casó y tuvo familia. El libro es resultado de este acto de –para la mayoría, al menos– inconsciencia total. 

No entender nada puede llevar a la estupidez, a la irresponsabilidad, pero sobre todo permite llevarse puesto el sentido común. Ese intento de encontrarse el mundo desde cero se realiza con diferentes recursos a lo largo del libro. En los reiterados poemas en que el narrador recorre la playa aparecen diferentes objetos abstraídos, recortados de su uso, mezclados con otros objetos (“Una botella cúbica de Olive Oil Pomace, / una gorra violeta carcomida, dos cotonetes cruzados,/ un sobre de Pee Wee Supreme Pizza, dos cangrejos adentro/ de una lata volcada, cáscaras de cocos partidos por el hombre…”). De la misma forma aparecen distintos fragmentos, o  poemas completos, en lengua filipina machacada rítmicamente (“Usá duhá tuló/ Usá duhá tuló upat limá/ Isá dalawá tatló/ Isá dalawá tatló apát limá).

Así como la primera persona del poema pierde las ataduras que implica reconocer lo que se tiene enfrente, también deja de ser reconocida ella misma: “Cuando paso a mí me gritan Ballena / pero mi dni dice clarito Castillo”; “Ayer me gritaron Calabaza / hoy me dijeron Tornillo”. Este clima de incomprensión da como resultado un tono desprejuiciado, esperable de alguien levemente borracho, sin nada que hacer, viviendo en la playa. Al mismo tiempo, ofrece una riqueza y variedad a ese tono que podría ser, de otra forma, la reproducción de un habla existente y homogénea. Hay un rasgo de perfección formal en esos poemas que se vuelven demasiado amenos, hablados, y son cortados por un exabrupto en el momento preciso. 

Volviendo al comienzo, se puede decir que cuando hablamos de dispositivos hablamos de propósitos. Nadie hace una máquina sin un objetivo. Sigamos con el paralelismo: el dogma de la mirada en El cielo de Boedo le permite a Durand dar vuelta el objetivismo, pasar de la sequedad a la proliferación sin perder el filo. En Tulang Pinoy, en cambio, el poema permite salir del reino del sobreentendido, de la información plena del mundo actual. Las caminatas por la playa con sus enumeraciones, ¿no contrastan con la avalancha de noticias, escándalos, imágenes, publicaciones y chismes que circulan? Son una forma de cortar ese flujo. De la misma manera, los rítmicos versos en lengua filipina, ¿no son infinitamente más novedosos que las rimas del rap y el trap argentino con terminaciones en inglés? Ante un mundo sobrecodificado, Durand se abre un campo nuevo de posibilidades yendo contra el sentido común. Como reflexiona hacia el final del libro: 

Ver en 8K es mirar por la ventana abierta.
Ver en 4K es mirar por la ventana después
que Catalina le pasa el limpiavidrios.
Con los anteojos de plástico barato
con 2.25 de aumento se ve en 3D.
Los ojos ven borroso en 64K [...]
Ver en la mente es tener presente lo que
se ha visto y se ha dejado de entender.
No ver es escuchar.
Ver todo negro en la oscuridad es volver
al punto de partida.

Se puede hacer una lectura extrema: pensar todo el viaje de Durand a Filipinas como una excusa para escribir Tulang Pinoy. Desde la contratapa que explica el contexto hasta los fragmentos en que se explicitan las condiciones de escritura (notas tomadas en cuadernos, poemas corregidos en Word, etc.), la experiencia personal está puesta en virtud del texto, y no al revés. El Durand que no tiene nombre, que pasea sin rumbo y mea en los terrenos caros termina siendo un pretexto para la escritura. En última instancia, Tulang Pinoy es un libro que confía en la objetividad de la producción poética. Confía en que pueden seguir haciéndose versos buenos, musicales y frescos dentro de una estructura novedosa. Y por eso está en serie con los mejores textos de su autor. 

Tulang Pinoy. Los días filipinos

Daniel Durand 

Fadel&Fadel

96 páginas 

Libro cosido

Industria Argentina

2024

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