Un informe elaborado por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) reveló que, desde el inicio de la gestión de La Libertad Avanza, las ventas en supermercados disminuyeron un 8%, mientras que las del comercio mayorista se desplomaron un 22%.
Semanas atrás el presidente Javier Milei generó controversia al cuestionar los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) sobre las ventas minoristas en febrero, que reflejaron un estancamiento interanual y una leve disminución respecto al mes anterior. El líder de La Libertad Avanza argumentó que estas cifras eran inexactas al no considerar las ventas realizadas a través del comercio electrónico. «Lo que está pasando es que está cambiando la modalidad de consumo«, intentó justificar. Sin embargo, el propio informe del Indec desmintió esta afirmación, señalando que las ventas online representan apenas el 2,9% del total, mientras que el 97,1% restante se realiza de manera presencial.
Esta discrepancia se suma a una serie de estudios, tanto oficiales como privados, que evidencian una marcada caída en el consumo. Un informe reciente del Centro de Estudios para la Recuperación Argentina de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) reveló que, desde el inicio de la gestión de Milei, las ventas en supermercados disminuyeron un 8%, mientras que las del comercio mayorista se desplomaron un 22%. El estudio atribuye este desempeño a las «políticas de ajuste» implementadas por el gobierno nacional, señalando un «deterioro mayor de los ingresos reales» en comparación con años anteriores.
El análisis de la UBA contrasta directamente con las declaraciones de Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, quienes sostienen que el consumo se ha recuperado. El informe académico advierte sobre la ausencia de una recuperación sostenida en las ventas minoristas y el agravamiento de la situación en el comercio mayorista, atribuyendo este fenómeno al deterioro de los salarios debido al atraso cambiario y la licuación de ingresos en sectores como el público y las jubilaciones.
El economista Martín Kalos, director de la consultora Epyca, profundizó en esta problemática, señalando que la caída del consumo masivo afectó principalmente a la adquisición de productos esenciales, debido a la pérdida de poder adquisitivo de las familias. Además, Kalos destacó un aumento en el uso de tarjetas de crédito como mecanismo de financiamiento, evidenciando la necesidad de las familias de recurrir al endeudamiento para sostener su consumo. Si bien la inflación muestra signos de desaceleración, los salarios no han experimentado un crecimiento proporcional, lo que ha impulsado el uso de tarjetas de crédito para la compra de bienes no esenciales.
El centro de estudios de la UBA manifestó que «esta mejora aún no permite recuperar ni una pequeña parte de la destrucción de actividad generada por los ajustes del Gobierno», puntualizando que «por el lado de la demanda, no se observa una recuperación sostenida de las ventas minoristas, y sí un deterioro aún mayor de las ventas mayoristas».
Un sector particularmente afectado por la caída del consumo es el de la carne vacuna. Según la Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados (Ciccra), el consumo per cápita anual alcanzó su nivel más bajo en tres décadas, situándose en 47,8 kilos. Esta tendencia se correlaciona con el aumento de los precios de los principales cortes de carne, que experimentaron incrementos superiores al 30% en los últimos meses, según datos del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (Ipcva).
La controversia en torno a los datos del Indec y las divergencias entre las declaraciones oficiales y los estudios independientes plantean interrogantes sobre la situación real del consumo en Argentina y el impacto de las políticas económicas implementadas por el gobierno actual.