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ESCRITORES EN LAS PROVINCIAS. BELÉN SIGOT

El tiempo, bien escaso para la clase trabajadora, y precioso también en la práctica literaria. Una biblioteca universal, que se define más por la experiencia que por la ubicación geográfica. Belén Sigot (Pronunciamiento, 1979) responde las tres preguntas de la encuesta literaria Escritores en las provincias en su quinta entrega.

Encuesta literaria

El esquema centro y periferia, ¿sirve para pensar la literatura argentina actual? En tu propia escritura, ¿qué importancia le atribuís a ese esquema en términos estéticos, ideológicos, sociales y de circulación?

La literatura argentina, a mi modo de ver, ha estado desde siempre condicionada a ese esquema de centro y periferia, pero no en cuanto a su calidad sino más bien en cuanto a los términos de mercado, visibilidad y circulación. Es decir, hay muy buenos autores y autoras en las provincias que no resultan tan nombrados, y hay autores y autoras muy nombrados que tal vez no sean tan buenos pero que por alguna razón circulan ampliamente y gozan de cierta notoriedad. Supongo que –y aún en estas épocas en que internet debiera haber borrado esas fronteras– residir en alguno de esos polos céntricos es un punto que influye, ya que garantiza o facilita el pertenecer a ciertos grupos o ámbitos que ya están consolidados y que, a su vez, forman parte del entramado de interrelaciones favorecedoras. 

En el caso de mi escritura, o más bien en lo que hace a su circulación y visibilidad, soy claramente una autora de la periferia. Por otra parte, vengo de una familia de clase baja, y soy docente de secundaria desde hace más de 20 años: por ende, mi literatura, como oficio, está tironeada siempre por mi realidad socioeconómica, familiar y laboral. Es decir: para poder escribir –y leer literatura– tengo que escamotear tiempo y energías de dónde sea, y, por otra parte, al no ser mi literatura una literatura redituable para mí en lo material, no me permite desembarazarme o aliviarme en esas cuestiones que sí son en las que se apoya la parte monetaria y familiar de mi vida. Supongo que estoy en desventaja con respecto a autores que vienen de la clase media, y a los que ese origen permitió optar por profesiones mejores pagas y menos demandantes que la docencia, aún sin llegar a profesionalizarse en la escritura. En mi caso, el profesorado de Literatura fue una de las pocas posibilidades que estaba a mi alcance y me interesaba, pero siempre lo he sentido como una paradoja: que, si fuese otra mi profesión, otros serían mis tiempos y energías para dedicar a la literatura en limpio, que es la que de verdad me interesa. 

A modo de anécdota puedo contar que, tras varios intentos, recién el año pasado pude acceder a una beca del FNA. Una módica suma que, inflación mediante, se esfumó en los inicios mismos del proyecto. Así que ahora voy a pulmón con ese proyecto de escritura que tengo entre manos, y que implica gastos ya que, entre otras razones, debo movilizarme varios kilómetros. 

Es común hablar del unitarismo cultural argentino, cuyo centro ineludible sería la ciudad de Buenos Aires. En el caso de tu escritura, ¿reconocés conexiones estéticas por fuera de esa relación? Con autores o tradiciones de otras provincias, países, culturas, idiomas, etc.

Si pienso en autores y autoras con los que sentirme conectada o emparentada, el árbol genealógico a trazar va más allá de épocas, regiones o lenguas.  Con Daniel Moyano me siento muy en consonancia.  Lo mismo con Diego Angelino, entrerriano de origen, pero residente en el sur desde hace mucho. Otros autores a nombrar son el uruguayo Juan José Morosoli y Perla Suez, quien es cordobesa, pero vivió en esta provincia en su niñez y adolescencia. Claire Keegan, irlandesa, es otra a quien siento cercanísima: por el mundo rural de sus historias y el modo en que mira y relata.  A la italiana Natalia Ginzburg cada vez que la leo me da la sensación de estar conversando con una amiga entrañable. Y podría seguir nombrando: Haroldo Conti, Antonio Dal Masetto, Ágota Kristof, John Berger, Erri de Luca, María Teresa Andruetto. Todas son escrituras que me conmueven y me ayudan a entender el mundo. Y eso de alguna manera alimenta a mi literatura. 

Pero si voy más allá de esa punta de iceberg tan fácil de reconocer, y pienso en los años fundantes de mi formación como autora, que fueron los de la lectora que leía con total avidez sin pensar en cánones ni validaciones, ese supuesto unitarismo cultural argentino ni me rozó, salvo honradas excepciones. E intuyo que, justamente porque me cuesta reconocer hoy en día rastros de esas influencias en mi escritura, lo que absorbí en esos años moldeó y dio pasto a mi lenguaje literario al punto que, por más que se aleje en busca de otros caminos, siempre tendrá ese núcleo irradiándole desde adentro. Y esa médula está hecha de los cuentos de Landriscina, el correo amoroso de Tita Merello, las fotonovelas de las sesenteras revistas femeninas y los Selecciones del Readers Digest, y todos los Verne y los Salgari de la colección Robin Hood de la biblioteca escolar de mi pueblo natal, la que fue el paraíso de mi infancia y mi adolescencia. Y si pienso en esa biblioteca, me abro paso hacia Anne la de Avonlea, esa saga preciosa de L. M. Montogmery, las novelas de Victoria Holt y Jean Plaidy –que muchos años después descubriría que eran la misma persona–, y Hugo Wast, al que debo nombrar aunque me caigan encima las hordas censuradoras, y Horacio Quiroga y Jack London, y  Mujica Laínez entreverado con Fabio Zerpa, y Lo que el viento se llevó y El pájaro canta hasta morir, y  las novelas de A. J. Cronin y de Sidney Sheldon, y Allá lejos y hace tiempo, de Hudson, y la Nacha Regules, de Manuel Gálvez y el odioso Padre Amaro, de Éça de Queiroz. Y después vendría el realismo mágico latinoamericano, con García Márquez y Rulfo a la cabeza, y la formación castellanísima del profesorado, que me hizo releer el Quijote con más armas que el puro divertimento, y que me condujo hacia el Lazarillo, Manrique, Lorca, Miguel Hernández, Camilo José Cela. Y ya ahí sí vino Borges, pero la larga fascinación que me produjo no alcanzó para alejarme en ese entonces de Yupanqui ni de Eduardo Galeano. Y después con las clases inolvidables del profesor Salvarezza descubrí la literatura entrerriana: Calveyra, Juan L. Ortiz, Mastronardi, Veiravé, Barrandeguy, Fabani. 

¿Podrías hacer un boceto del circuito artístico en tu provincia o localidad? ¿En qué lugar de ese mapa te ubicarías en tanto artista?

Más que hacer un boceto lo que puedo hacer es mencionar ciertas movidas de las que tengo conocimiento: acá en la ciudad donde resido, que es Concepción del Uruguay, hay algunos talleres literarios, se hace también desde hace unos años una resonante Feria del Libro impulsada por el gobierno municipal (el año pasado asistí como madre para acompañar a mi hija y otros chicos de escuelas de la región a los que les editaron  una publicación con cuentos que premiaron en un concurso), y hay una librería, Malapalabra, cuyo dueño, Gonzalo Seguel, que es un muchacho joven y buen lector, promueve actividades muy interesantes y ha abierto ampliamente el panorama literario saliéndose de esa perspectiva centralista que suele regir en las librerías comerciales. 

En mi caso particular, no soy de asistir mucho a eventos o actividades en relación a estas movidas. Sólo voy a un lugar como oyente, o acepto la invitación como autora, si es que tengo un interés genuino por estar ahí. Como ya he dicho que mis tiempos y espacios son muy acotados, prefiero resguardarlos. 

Más que en mi provincia, he participado de eventos públicos en Santa Fe, provincia aledaña a la mía. 

Y me he formado también en el taller de Damián Ríos, nacido acá en Concepción, viajando a Buenos Aires en épocas de gobiernos más indulgentes con la clase obrera, y actualmente sigo participando de un taller suyo, pero por Meet. 

Escritores en las provincias. María Lobo

Escritores en las provincias. Federico Leguizamón

Escritores en las provincias. María Teresa Andruetto

Escritores en las provincias. Gonzalo Nicolás Terraza

Belén Sigot nació en Pronunciamiento, Entre Ríos, en 1979 y reside actualmente en Concepción del Uruguay. Obtuvo el Premio Itaú de Cuento Digital 2014. Publicó Entre las chircas (La colección, 2017), Vacas (Editorial Municipal de Rosario, 2018; primer premio en el Concurso Regional de Nouvelle EMR 2017) y  Pronunciamiento (Editorial Caballo Negro, 2023). Sus textos integran diversas antologías, tales como 8choyoch8 (Arset ediciones, 2014) y Nuevos cuentos argentinos -Literatura del siglo XXI- (Editorial Mandioca, 2019).

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