Julián Bejarano (1983) nació en Buenos Aires y creció en Paraná. Su escritura y labor editorial se forjó en una triangulación entre estas dos ciudades y la movida poética de Rosario. En esta sexta entrega de la encuesta Escritores en las provincias nos cuenta acerca de una doble traición porteño-provinciana que mantiene su poesía en vilo.
Encuesta literaria
El esquema centro y periferia, ¿sirve para pensar la literatura argentina actual? En tu propia escritura, ¿qué importancia le atribuís a ese esquema en términos estéticos, ideológicos, sociales y de circulación?
En el fondo me encantaría dar otro tipo de respuesta, pero creo que la literatura argentina, no quiero decir que es unitaria, porque no lo es, pero en términos estéticos y de distribución, comerciales, del mercado, sigue siendo todo capital, como un centro del polo de todo, en todos sentidos, tanto en lo político, y la política no escapa nunca a la literatura que se escribe, también va a la par del país en el cual se vive. El escritor provinciano en muy pocos casos se quedó en su provincia, y los escritores que llegaron a trascender, o que se tomaron la literatura como una especie de todo o nada, o se fueron a Buenos Aires siempre, o directamente esquivaron Buenos Aires y terminaron en Europa. Por lo menos los escritores que a mí me gustan, o que leí su biografía, me parece que hicieron ese trayecto siempre. Y quedarse en la provincia también tiene sus costos de aislamiento, de soledad, de aburrimiento también, no vivir en una ciudad tan cosmopolita como puede ser Buenos Aires. Tiene sus pros y sus contras en cuanto a lo territorial. Más que nada si te interesa en el fondo escribir, no quiero decir triunfar, o tener más lectores, ponele. Hay que aprender a convivir con eso. Pero sí, en mi caso es como raro porque soy un porteño hijo de padre entrerriano, en esa migración de cabecitas negras en los 70s, que fueron a buscar trabajo y bueno, yo nací ahí en los 80 y después mis padres vuelven a Entre Ríos, entonces yo obviamente vuelvo con ellos a los 6 años y no me fui nunca más de Entre Ríos. Salvo en 2005 cuando descubro la poesía de los 90, donde yo establezco mis relaciones más que nada de amistad y de generación con poetas y amigos de Buenos Aires. Viviendo en la provincia, mi relación con casi toda la gente era toda de Buenos Aires. Acá en la provincia no tenía mucha relación en lo artístico, la movida artística, eso se fue dando mucho tiempo después. Pero generalmente yo, mis amigos, toda mi generación eran gente que vivía en capital. Yo iba 3, 4 veces por año. Porque a la vez, el mismo pensamiento que pensó Urquiza, creo que sin Buenos Aires no se puede. Aunque los provincianos me maten cuando digo esa frase. Porque es una formación, las novedades están más pegadas, está todo ahí. Galerías de arte, óperas, cine, lo cual le llega todo mucho más rápido al artista porteño, museo, recitales, rock. Eso no es que sea una ventaja en contra del provinciano que se queda y que le tarda mucho más en llegar. Aunque con la llegada de internet un poco eso cambió, pero bueno, sigue siendo un poco eso también.
Es común hablar del unitarismo cultural argentino, cuyo centro ineludible sería la ciudad de Buenos Aires. En el caso de tu escritura, ¿reconocés conexiones estéticas por fuera de esa relación? Con autores o tradiciones de otras provincias, países, culturas, idiomas, etc.
Particularmente, yo no me considero un poeta natural de la provincia. Creo que siempre me interesó más lo urbano que otra cosa. Se dio así, qué sé yo. Me interesaron siempre los poetas imaginistas. Me considero un poco lejos de la lírica, pero a la vez creo que me sale de alguna manera, no sé, a veces la lírica de forma natural. Pero no es que la busco, me interesa más mezclar distintos mundos. Como que ser un urbano en la provincia me genera una especie de cosa rara que me gusta. Entonces, en esa dualidad, como que convivo. Me interesa mucho lo lúdico, el lenguaje. Últimamente estoy muy en la forma, trabajando eso y meter los sentimientos, lo que sería la lírica, mezclarlo con eso de la forma. Bajarlo un poco de solemnidad a lo lírico a través de una forma que parezca rara. Entonces como que no sabés si lo que digo es la verdad o no. Aunque no hay semejante cosa, obvio, pero me gusta jugar con eso, que sea como un diseño lindo de contemplar, espacios profundos entre la forma y la lírica.
Pero yo no sé si hay una literatura de márgenes, no sé si es provinciana esa literatura de márgenes. A mí particularmente no me atrae ya tanto como cuando era más joven.
Aunque tengo 41, siempre busco nuevas cosas. Me interesa más el habla o lenguaje que el paisaje, te diría. O mezclarlo, las dos cosas. Pero sí hay una característica de poeta o de escritor de la provincia que es más contemplativo, más natural, más cargado de lírica, el sentimentalismo es muy fuerte. En la provincia existe una literatura educativa, a mí eso no me interesa. A mí me interesa la literatura no más. Te diría que me aburre poner a la literatura en un lugar de corrección o de moral, me da cosa. Igual pensándolo bien tampoco los poetas porteños es que sean todos trasgresores y malditos, pero se animan más.
Tampoco el extremo de ser como un cosmopolitan naif, como se ve en casi toda la poesía de Buenos Aires, en la poesía porteña, que se va de mambo con lo naif y que no hay ningún sentido. Entonces me gusta equilibrar, ni muy naif, ni muy lírico. Es como decir grandes cosas en pocas palabras. Tiene que ver con uno, es muy subjetivo. Pero mientras se parezca menos a las modas, mientras más raro se vuelva es mejor.
¿Podrías hacer un boceto del circuito artístico en tu provincia o localidad? ¿En qué lugar de ese mapa te ubicarías en tanto artista?
Y en Paraná, hace 20 años no había muchas cosas, ahora hay un montón. Hay recitales de poesía, más del palo del slam, de la interpretación o de la performance, que se llena de gente. Está bueno. Me parece raro, pero bueno. Eso hace 20 años, cuando yo arranqué, no yo solo, con otra gente, con Ariel Delgado, que nos conocimos en 2005, y conocimos la poesía de los 90 a los 22 años. Fue para nosotros muy importante. En esa época pre-internet, donde internet recién estaba llegando, nosotros no teníamos computadora en nuestra casa. Éramos pibes de clase obrera. No había recitales. De hecho, todos nuestros primeros recitales fueron en Capital. Gracias a la mano que nos dio Durand, éramos pibes que viajaban de Paraná a leer a Capital, y después volvíamos a nuestra vida en la provincia. De hecho, nosotros leímos nuestro primer poema hasta en Santa Fe, antes que en Paraná. En Paraná no se hacía eso, y después nosotros lo agitamos, fundando editoriales y armando nuestra propia lectura. Y traíamos a nuestros amigos de Buenos Aires a leer a la provincia. Era como todo ese intercambio. Después surgían, a raíz de eso, la invitación a los festivales de Rosario. Entonces, como siempre había esas amistades con el circuito de gente de Rosario, Santa Fe y Capital, siempre había esa triangulación. Pero Capital era como la cúspide de todo. Ahí se vendían todos los libros, se conseguían las novedades de los últimos autores, editoriales más chicas, libros que ni llegan todavía a la provincia. Siempre teníamos que viajar para saquear culturalmente Buenos Aires, y después volver a la provincia a crear. Esa siempre fue nuestra estrategia artística. Ir a Buenos Aires, sumergir la cabeza, ver en qué andan y volver a la provincia.
Escritores en las provincias. María Lobo
Escritores en las provincias. Federico Leguizamón
Escritores en las provincias. María Teresa Andruetto
Escritores en las provincias. Gonzalo Nicolás Terraza
Escritores en las provincias. Belén Sigot
Julián Bejarano nació en 1983 en Buenos Aires; reside en Paraná desde 1989. Publicó los libros de poesía A Eda, por su dulzura (Ediciones de la intemperie, Paraná, 2008) y La prefabricada (Colección Chapita, Bs. As., 2009). Cofundó en Paraná los sellos editoriales Ese es otro que bien baila, en el que salieron Humito (2010) y Superclásico (2011), y Gigante, con el que sacó Los Materiales (caja que contiene los libros de poesía El alguacil y la tucura, El cero dorado de marzo, Nunca quiero que la fiesta se termine, Farmacia y Los cimientos, 2012), Amor (reversiones de poemas de Arnaut Daniel, 2014) y Camorra (2015). En colaboración con Ariel Delgado publicó, bajo el seudónimo Román Sangoy, Pillín (Ese es otro que bien baila, 2010) y Las chicas de barrio son mejores cuando te lastiman (Gigante, 2012). Además, es autor de Ambiente Aluminio (Fadel & Fadel, 2017), Sombra Grande (Lomo, 2018), Dinero (Slimbook, 2020) y Hecho social total (Neutrinos, 2023). Integra la antología 30.30, poesía argentina del siglo XXI (ES, EMR y CCPE/AECID, Rosario, 2013). Escribe semanalmente un diario online en mal.ar. Su primera novela, obtuvo el primer premio (compartido) en el Concurso Regional de Nouvelle EMR 2024, cuyo jurado estuvo integrado por Juan José Becerra, Malena Rey y Soledad Urquia.